Mucho se dice acerca de que las dos primeras entregas de Terminator, estrenadas en 1984 y 1991 y coescritas y dirigidas por James Cameron, son un ejemplo de narrativa audaz y concisa que no deja espacio para secuelas. Sin embargo, desde que el cineasta dejó atrás a su creación, Hollywood se empecinó en hacer más entregas que solo serán recordadas por el nivel de ridículo en que dejaron a una saga que alguna vez revolucionó la ciencia ficción y los efectos visuales.
La creencia popular era que a Terminator le urgía el regreso de su creador, un escenario que se cumple con Terminator: Destino oculto, una cinta que ignora por completo los hechos de todas las entregas que sucedieron a Terminator 2: El día del juicio final y que se posiciona cronológicamente como la tercera entrega de la saga, respaldada en los retornos de Linda Hamilton y Arnold Schwarzenegger en sus icónicos papeles de Sarah Connor y el Terminator T-800.
En 1998, un año después de que Sarah y su hijo John Connor destruyeran la inteligencia artificial Skynet que habría de traer consigo la rebelión de las máquinas, tiene lugar un suceso indicador de que en el futuro sigue habiendo envíos de cyborgs exterminadores al tiempo presente.
En 2020 llegan del futuro una guerrera humana mejorada, Grace (Mackenzie Davis), y un nuevo modelo de Terminator, el Rev-9 (Gabriel Luna), quienes tienen como objetivo a Dani Ramos (Natalia Reyes), la primera para protegerla y el segundo para asesinarla. En ese contexto, Sarah irrumpe sabiendo que un exterminador llegaría y ayudará a las mujeres a huir mientras se dilucidan las respuestas en torno a lo que está ocurriendo en el futuro.
Al igual que como sucedió con todas las entregas que siguieron a Terminator 2, Terminator: Destino oculto luce también los signos de ser una película innecesaria que pretende aportar al círculo perfecto en que cerraron las dos primeras cintas. La diferencia es que ahora sí hay interpretaciones -las de las tres mujeres estelares- que logran crear vínculo con la audiencia y que evitan que esta las asuma como meras sombras de personajes.
Es una situación que seguramente obedece al involucramiento de Cameron, cuyo trabajo siempre ha sido referente de las mujeres empoderadas en el cine de acción, y quien sigue teniendo un genuino interés en la ciencia ficción y en la presentación y constante construcción de mundos que tienen un mythos con sentido.
De esta manera, el Terminator de Schwarzenegger también es objeto de un ángulo que lleva al personaje a otra fase que se percibe diseñada en aras de la narrativa y no alrededor de la idea de tener al Roble Austríaco otra vez en la franquicia que lo catapultó al estrellato.
Son aspectos que hacen la diferencia -aún cuando las escenas de acción sean derivativas y desprovistas de la inventiva y visuales que alguna vez caracterizaron a estas películas- y que de inmediato se notan en cuanto Schwarzenegger, Hamilton, Davis y Reyes comparten cuadro en escenas que se prestan al drama, al conflicto y hasta a un humor eficazmente ejecutado.
Más allá de que Terminator: Destino oculto sea la mejor secuela desde Terminator 2, esta es una película de ciencia ficción interesada en su elemento humano, una que entiende que quizá ya no puede competir contra las propuestas hollywoodenses de este momento, pero que saca cartas que la hacen no ser obsoleta dentro del espectro del sci-fi (similar a como ocurre con el T-800 en sus enfrentamientos contra el Rev-9). Y por supuesto, es genial tener de vuelta a Arnold, Hamilton y Cameron.
Calificación: 8.0/10
Terminator: Destino oculto (Terminator: Dark Fate)
Año: 2019
País: Estados Unidos
Dirección: Tim Miller
Guion: David S. Goyer, Justin Rhodes y Billy Ray
Elenco: Linda Hamilton, Arnold Schwarzenegger, Mackenzie Davis, Natalia Reyes y Gabriel Luna