Resident Evil es una saga fundamental para el entendimiento del survival horror, pues si bien no fue la originadora de la corriente, sí es aquella a la que se le atribuye su instauración formal y posterior auge. Las raíces temáticas de la franquicia están encalladas en tropos del cine de horror -como zombies y monstruos producto de la experimentación biológica- y por ello resulta ideal para trasladarse a la pantalla grande.
Resident Evil fue adaptada a cines de 2002 a 2016 a través de seis filmes protagonizados por Milla Jovovich y dirigidos (o supervisados, cuando no era el caso) por Paul W. S. Anderson y que conforman la que, hasta este día, es la serie de cintas basadas en videojuegos más exitosa de toda la historia. A pesar de las cifras -y sin recurrir al endeble argumento de que no respetan el material de origen-, lo cierto es que son películas de ínfima calidad narrativa y visual, ejercicios chocantes de estilo sin personalidad realizados con el único propósito de ser vehículos de lucimiento para Jovovich.
Por eso es que la llegada de Resident Evil: Welcome to Raccoon City, un reboot fílmico de la franquicia, se antojaba como la adaptación que una marca tan importante para la industria del videojuego merecía, sensación que aumentó cuando sus responsables confirmaron que el tono sería de horror y en línea con el de los primeros juegos.
Pero estamos ante una película que, si bien se aleja de los efectismos corrientes de la dupla Anderson-Jovovich, demuestra una total impericia en la dirección y una alarmante convicción de que un filme basado en videojuego se hace con fan service y guiños incesantes al material de origen, y no con un eficaz desenvolvimiento de su narrativa.
Es 1998. Raccoon City se convirtió en un pueblo fantasma desde que el gigante farmacéutico Umbrella se retiró de ahí. Claire Redfield regresa para reencontrarse con su hermano Chris y para compartirle los secretos que desentrañó de la corporación. Paralelamente, Chris, Jill Valentine, Albert Wesker y el resto del equipo Alpha de la división STARS de la policía de Raccoon acuden a investigar la desaparición del equipo Bravo en las inmediaciones de una mansión.
En una misma noche, cada grupo de personajes se encontrará con las monstruosidades creadas por Umbrella y deberá luchar para mantenerse con vida.
Desde su arranque, Resident Evil: Welcome to Raccoon City deja en evidencia que contó con un presupuesto marcadamente inferior (25 millones de dólares) que el de cualquiera de las películas de Anderson, situación que desde luego no es impedimento para crear un producto en sintonía con la esencia de la saga -después de todo, el primer juego de 1996 recae más en el horror y no en la acción de entregas posteriores.
En manos eficaces, la falta de presupuesto en una cinta de horror se cubre con construcción de atmósfera y tensión, pero el guionista y director Johannes Roberts -responsable de cintas del género como 47 Meters Down y The Strangers: Prey at Night– se muestra incapaz de procesar las aristas de este principio y opta por reducir la iluminación de la fotografía y por hacer que los personajes se trasladen pausadamente por los corredores de una mansión y una estación de policía.
La intención del libreto de Roberts es mezclar en una sola película las tramas de los dos primeros juegos, una decisión que en el papel resulta interesante y que incluso en el producto final presume ajustes que a más de un fan sacará de su zona de confort. Labor de adaptación, pues. Pero es en su ejecución que la cinta solo es un muestrario de secuencias torpes en las que no hay la más mínima noción de ritmo y exposición.
Roberts asume que el sentido de atmósfera y tensión aumenta en razón de cuánto logre que dos grupos aislados de personajes avancen lentamente entre las habitaciones y corredores de dos locaciones distintas, pero lo único que consigue es que un filme basado en Resident Evil de alguna manera sea desconcertantemente aburrido. De las cintas de la dupla Anderson-Jovovich se podrá insistir hasta el cansancio en cuán ridículas y chocantes son, pero por lo menos conseguían mantener un mismo ritmo de principio a fin para evitar que el espectador arojara los bostezos que esta nueva adaptación provoca a raudales.
Lo más desafortunado es que a Roberts solo le interesa hablarle a la audiencia familiarizada con los juegos y con ello comete un error doble, porque por una parte hace de este filme una sucesión interminable de guiños que para una audiencia general no tienen sentido y por otra descuida la progresión natural de la trama, pues su atención está centrada en meter todas las referencias que le sea posible -incluso a entregas que van más allá de los remakes de Resident Evil 1 y 2 en los que se basa su guion.
Es tanto el afán referencial de este cineasta que incurre en absurdos con tal de incluir hasta los puzzles que tanto caracterizan a los primeros juegos.
Hacia el tercer acto, cuando el espectador ya pasó demasiado tiempo viendo a dos grupos caminando lentamente en la oscuridad, es que Roberts acelera el ritmo y -faltando 20 minutos para que corran los créditos finales- propone resolutivos exprés que descansan en más guiños a los juegos y que entran de lleno en el plano del deus ex machina, recurso carente de sustento argumental, pero empleado para que la trama avance o culmine.
Es probable que los 25 millones de dólares se destinaron solo a la secuencias con los monstruos principales, pues el valor visual de la película es descuidado y empata con el de una producción independiente allegada de un CGI de baja calidad, perceptible de inmediato en ambientes como el lobby de la estación de policía o el salón principal de la mansión.
El único aspecto genuinamente rescatable de esta producción es la banda sonora de Mark Korven, compositor que nos ha regalado muros sonoros de pesadilla como los de The Witch o piezas minimalistas como las de Cube. De hecho, su trabajo para este filme es lo que resultaría de combinar los coros siniestros de The Witch con sintetizadores punzantes para acentuar la acción en pantalla, una mezcla interesante que estaremos escuchando al margen de esta fallida cinta.
Dicho lo anterior, es probable que Resident Evil: Welcome to Raccoon City no resulte tan chocante como las de la dupla Anderson-Jovovich, al menos para los fans de la franquicia que quieran ver una adaptación más fiel a los juegos, pero lo cierto es que no funciona como película en sí misma, no es eficaz dentro del espectro del cine de horror y, en definitiva, no es el live-action que Resident Evil se merecía en su 25° aniversario.