Y comenzó la negociación. “Mira, déjame terminar de hacer esto y al rato la buscamos, ¿va?”. Por supuesto que a los 15 segundos regresó y volvió a “tocar” algunos acordes de guitarra de la canción, que de hecho sí la conocía, pero no me acordaba del nombre. “Estáaa bien papá, al rato regreso”.
Matukito tiene un reproductor de música digital muy sencillo y austero, pero tiene. Al poco tiempo comenzó de nuevo “Ah, ya sé, la tienes en tu compu y me la pasas al iPod”, “No, no sé si la tengo en mi compu, déjame terminar esto y buscamos”. Pasó el tiempo, medio pude terminar lo que estaba haciendo y continuamos con la petición, que muy en el fondo de mi corazón análogo me encanta hacer con él.
“A ver, veamos, primero hay que buscarla”… “Ah, no papá, yo ya sé cómo, le pones doble u, doble u, doble u y… ¿cómo dices que se llama el gupo?”. Me quedé pasmado. ¿De dónde sacó eso de www? ¿Cómo hiló que con sólo poner en pantalla www y el nombre de algo ya sale lo que quiere? Claro, está acostumbrado a navegar en páginas que ve en la tele, Nickelodeon, Disney y otras, en donde con la misma lógica, él escribe www.disney.com y entra a donde quiere. Así es que me imagino se le hizo muy fácil preguntarme “¿Cómo se llama, AC qué?” “Se llama ei ci di ci” “Ah, ok, entonces le pones eso y ya”.
Primero había entrado a mi colección de música y tenía algunas canciones del grupo, pero no la que él quería, así es que curiosamente el sitio de la banda tenía un video promocional justo de la canción Back in Black, “sí, sí, esa, esa es, me la pones en mi iPod, me la pones, esa es, esa es, ya me la pones”. Continuamos “A ver, ok, esa es la que quieres, pero no la tengo en mi compu”, con cara de asombro comentó “¿Cómo, no la tienes en tu compu, entonces?”. No tenía la menor intención de explicarle que las disqueras están pasando sus peores momentos por la copia indiscriminada de canciones sin el pago correspondiente, así es que le dije simplemente, “A ver, déjame buscarla”. Entre a Amazon.Com donde todavía me dejan comprar canciones y la encontré, pagué unos 13 pesos y listo. La canción comenzó a descargarse… por cierto, en formato MP3 y libre de cualquier protección contra copias.
“¿Ya quedó, ya la tienes?” “Está bajando, espera”. “¿Traigo mi iPod?”. “No, eso tenemos que hacerlo en la computadora (la de la casa) porque ahí está conectado tu aparato”. “Ahhh, entonces, ¿cómo le hacemos?” “Con esto, mira (un disco USB)”. “Ahhh, aquí lo copias y luego llevamos esto a la otra compu?”. No dejé de impresionarme, por alguna razón de la “modernidad digital” o del entorno, dedujo que el USB sirve para transportar datos de una máquina a otra.
“Ok. Mira, ya bajó, quieres que te ponga las otras que tengo de AC/DC”. “Mmm, no, a ver, ¿cuáles son?”. Finalmente decidió por Highway to Hell, You Shook Me All Night Long y Money Talks (parece que tiene buen gusto musical el chamaco). Finalmente llegamos a la PC, conectamos el iPod, él metió el USB donde va y copiamos las canciones… todo listo. Quise seguirle en la onda digital y le dije “Mira, ven, vamos a conectar tu iPod a las bocinas” para escuchar la canción… lo hicimos y como a la mitad me dijo “Voy a jugar fut, ¿vienes?”
En ese momento terminó el idilio digital padre-hijo y cambiamos al modo análogo, tradicional, “más de su edad” diría cualquiera. Sin embargo, me llamó tanto la atención el evento que decidí platicarlo por acá. Seguro muchos tienen historias similares que corresponden a una generación que nació con computadoras, reproductores musicales, tiendas de música en línea y todo lo demás que está por venir. Mientras tanto, yo seguiré buscando canciones para compartir con él, después de todo, eso es lo que verdaderamente queremos hacer, escuchar música juntos.