La lavadora de tu casa, tu coche, la chamarra que traes puesta y hasta la taza en la que tomas café son objetos que ya pueden estar conectados a internet.
Como se puede comprobar en la actual edición del Consumer Electronics Show, el internet de las cosas (o internet de todo) es hoy una realidad, ya que cualquier objeto del mundo puede ser considerado como una especie de gadget.
De acuerdo con cifras de Cisco, en 2014 hubo 25 mil millones de objetos conectados a internet, y se espera que para 2020 esa cifra llegue a 50 mil millones, lo que representará apenas un 2.7 por ciento de todas las cosas existentes en el mundo.
Estar conectados ya no depende de encender un computadora o de tener un teléfono celular en la mano, sino que ya es parte de la vida diaria, basta con ver que actividades como escuchar música o ver una película en casa cada vez depende más de servicios como Spotify o Netflix.
La manera de ver el mundo y vivir la vida diaria ha cambiado tan rápidamente que no nos daremos cuenta cuando podamos vernos en el espejo y éste nos indique si la ropa que traemos puesta ya necesita tintorería o cuando el refrigerador le solicite al supermercado tres litros más de leche antes de que ésta se termine en casa.
Pagar por el servicio de internet se está convirtiendo en algo tan común como pagar la luz en casa; y decir que “estás desconectado” se convierte en algo imposible, especialmente en estos tiempos en que hasta una pulsera puede vigilarnos mientras dormimos.
Lo que en los 90 era una visión futurista, hoy ya es una realidad, especialmente cuando el internet de todo nos permite tener autos que se manejan solos y mapas para conocer cómo luce una calle que todavía no conocemos personalmente.
Pero esto generará también nuevas brechas, en donde los seres humanos que tengan mayor acceso a estar conectados estarán muy por encima de quienes no tienen acceso a los más mínimos servicios.
Así, los Gobiernos tendrán que asegurar el acceso a internet de la misma manera en la que deben garantizar servicios como el agua potable, además de que la alfabetización digital debe ser, desde ya, una prioridad educativa.
¿Cuántos países estarán listos para esta nueva manera de ver el mundo? Lo que es cierto, es que uno de ellos no es México. Así de simple.