Mensualmente Spotify me cobra algo así como 150 pesos por el servicio “premium” de música. Es un cobro generado desde Bélgica. No tiene nada que ver Estados Unidos en la transacción. De igual forma, tenemos en unocero.com el servicio de hosting que nos lo ofrece una empresa norteamericana, pero el cobro se genera desde Suiza, porque simplemente somos clientes “internacionales”. Ahí sí tiene mucho que ver USA, pero la operación que involucra el pago de los servicios, no.
Si así le seguimos, podremos darnos cuenta que este es un mundo totalmente globalizado, en muchos sentidos y más en el ámbito digital. Los bits y bytes van y vienen, sin “bardas” de por medio y cuando se trata de hacer negocio o cobrar algún servicio, con mayor razón.
¿Qué puede pasar con el nuevo presidente Trump y este entorno? ¿Habrá forma de restringir o cobrar impuestos especiales a las compras que hagamos desde México a empresas establecidas y domiciliadas en Estados Unidos? Claro que hay forma, de hecho, es lo más simple del mundo pues no hay que moverse del escritorio. Es puro y total software que se encarga de hacer lo que queramos.
¿Cómo podría afectarnos algún tipo de “muro tecnológico” con el vecino país del norte? Ahí está la cuestión. El “tráfico” en la red Internet es perfectamente discriminable, tanto, que seguro te ha tocado que quieres ver algún video de otro país -no sólo de USA- y de inmediato aparece la leyenda “Video no disponible para tu región”… entonces, existe por supuesto forma de saber de dónde a dónde viajan los datos.
En un caso extremo, si las cosas se ponen peor, puede ser posible que al comprar o pagar un servicio o producto en USA, desde México, “mágicamente” aparezca un impuesto especial, no sé, alguna marihuanada de “digital border tax” o lo que se les ocurra. Ante esta posibilidad, ¿qué hacer? Pues no hay mucho, más que buscar otras opciones fuera de ese país.
El Tratado de Libre Comercio entró en vigor el primero de enero de 1994, cuando comenzaba a popularizarse el uso de los celulares (no smartphones) y cuando se navegaba por una Internet rudimentaria, con el servicio de conexión por teléfono (o dial-up). 23 años es toda una vida en la cronología del desarrollo tecnológico y, seguramente, cualquier tipo de re-negociación, si es el caso, deberá incluir los ahora “bienes digitales” que simplemente no existían.
¿Será esto una debacle para el uso y aprovechamiento de algunos servicios digitales en México? No lo sé. No quiero ni pensarlo por el momento, porque tal vez todavía no dimensiono las posibles consecuencias, pero sin duda, el tema está en el tintero y es otro motivo de preocupación, más para nosotros que para ellos, pero sin duda tendremos tema para rato. Por desgracia.