En 1972 tuvo lugar la última misión a la Luna, Apolo 17, y en ella fueron recolectadas muestras de suelo y rocas lunares que hasta el pasado 5 de noviembre habían permanecido resguardadas al interior de un contenedor sellado.
Desde un inicio la idea fue recolectar tanto muestras que serían estudiadas inmediatamente después de regresar a la Tierra, como otras que serían resguardadas para analizarlas con tecnologías más avanzadas.
En ese entendido, como parte de la iniciativa Análisis de Pruebas Apolo Nueva Generación (ANGSA por sus siglas en inglés), los materiales resguardados fueron abiertos para estudiarse con herramientas que no existían al momento de que Apolo 17 finalizó.
“Ahora somos capaces de tomar medidas que no podíamos en los años del programa Apolo. El análisis de estas muestras maximizará los datos recolectados cuando Apolo regresó, y también ayudará a que la nueva generación de científicos y curadores refinen sus técnicas y ayuden a preparar a futuros exploradores para las misiones lunares anticipadas para los 2020s y más allá”, dijo la doctora Sarah Noble, científica de la iniciativa ANGSA en los cuarteles generales de la NASA en Washington.
Para auxiliar en la apertura de la muestra, fueron empelados rayos X para tomar una imagen tridimensional en alta resolución del regolito al interior del tubo contenedor, con el fin de que se desarrollen estrategias para remover la muestra, diseccionarla y distribuirla entre equipos de investigación, y para ayudar a los científicos en el entendimiento de la estructura de la muestra antes de abrir el contenedor.
Posterior a la labor con rayos X, las muestras son removidas del tubo con apoyo de herramientas al interior de un cubo lleno de nitrógeno seco ultrapuro.
De acuerdo con la misma NASA, esta es la primera vez que la agencia ha procesado un tubo como este en más de 25 años y los científicos curadores han pasado meses ensayando.
Este es el video del material al interior del tubo: