La empresa Festo tiene la reputación de construir robots fantásticos que se basan en lo que la Naturaleza ya hace normalmente. Es digamos, cuestión de observar y duplicar. Y se dice fácil, pero poco a poco, con la ayuda de la electrónica, que cada día es más accesible y más pequeña, se intentan copiar los diseños de -por ejemplo- insectos voladores.
Ahora Festo nos muestra una pieza maestra de la ingeniería, basada en microcontroladores. Se trata de una libélula (o cualquier insecto con cuatro alas), lo cual involucra entender la manera compleja que tienen de poder volar, comparándolos con el uso simple de alas fijas o rotores (como en el caso de los helicópteros). Festo ha producido algo que le han llamado el Bionicóptero, que vuela como lo hace una libélula. Es francamente impresionante.
Sus alas son de unos 70 cms de largo y el cuerpo es de 48 cms. Pesa apenas 175 gramos. Las alas son de fibra de carbón. Dentro del cuerpo hay una batería, nueve servocontroles y un microcontrolador ARM. Las alas son controladas por el microcontrolador y pueden generar la dirección que se deseé sin tener que hacer girar el cuerpo de la libélula. El microcontrolador hace todos los cálculos necesarios para llevar a la libélula a la dirección que se desea y la velocidad del asombroso artefacto volador se basa en cómo cambia la frecuencia del aleteo, así como su amplitud y giro.
En promedio hay 13 grados de libertad al volar. Un solo motor le da energía a todas las alas y la frecuencia mayor está entre 15 y 20 Hz (ciclos por segundo, veces por segundo, pues). Cada ala tiene su propio control y la amplitud puede cambiarse con el rango de movimientos programados. Esto da nueve grados de libertad. Los otros cuatro están construidos en la cabeza y cola, que se usan para moverse horizontal o verticalmente. Todos los grados de libertad se combinan para que el Bionicóptero pueda planear, volar o hacer los giros que se deseén en el aire, los cuales se dan a través de un teléfono inteligente.
Esto es simplemente un ejemplo de tratar de imitar algún diseño de la Naturaleza con la tecnología que poseemos a nuestro alcance. Sin embargo, hay quien se preguntará ¿para qué sirve? ¿qué usos reales puede tener? No los sabemos, pero es claro que si llega a las tiendas una libélula de esta naturaleza electrónica, se venderá como un muy buen juguete.
Referencias: