La inteligencia artificial (IA) representa el futuro de los sistemas informáticos. Nadie duda de que en algún momento serán viables y que dispondrán de una capacidad tan grande que convertirá en obsoletos varios sistemas de consulta que utilizamos en la actualidad. José Luis Salmerón, de la Universidad Pablo de Olavide en España, ha diseñado un sistema capaz de dotar a las máquinas de emociones sintéticas.
“Básicamente se trata de un software lo suficientemente complejo como para que podamos interactuar como lo hacemos con un humano. Un dispositivo dotado de una interfaz adecuada y un cuerpo robótico, por ejemplo, sería una máquina de consulta ideal, ya que además de devolvernos datos previamente almacenados podría evaluarlos y emitir opiniones y conclusiones a partir de su contenido”, comenta Salmerón.
Obviamente no es más que una máquina y, por lo tanto, carece de emociones. El humor, la ira o la alegría siguen siendo características difíciles de implementar en un electrónico, pero proporcionarían un grado más de realismo y facilitarían la interacción humano–máquina.
Algo interesante y complejo de todo este asunto es el anticiparse a las emociones humanas para permitir que la IA modifique su comportamiento y se adecúe al estado emocional del usuario, con lo que facilita y mejora la interacción.
Salmerón dice que “existen multitud de razones para que las máquinas y robots piensen de manera inteligente”, y nos recuerda que no son pocos los expertos en este tema convencidos de que las máquinas inteligentes superarán nuestras capacidades cognitivas al razonar de una forma casi perfecta.
El sistema desarrollado combina un modelo dinámico, representado por una estructura de red monocapa, que se conoce como ‘lógica difusa’; éste permite crear modelos de sistemas complejos y establecer relaciones no lineales con gran flexibilidad. El sistema “evoluciona con el tiempo hasta alcanzar un estado estable que determina la energía y el sentido de la emoción artificial”.
Es posible que esto sea el inicio para la construcción de robots capaces de experimentar sensaciones similares al hambre cuando tienen un nivel bajo de energía, o alegrarse cada vez que un humano lo consulta. Tal vez tendremos que comenzar a acariciar a nuestra computadora para que trabaje mejor. Sin duda hay mucho por recorrer, pero posiblemente un trato respetuoso y acorde a la inteligencia de la IA haga que la interacción humano–máquina mejore.
Fuente: Elservier.