En los casos que el viaje debía ser redondo, mientras más lejos fuera el destino mayor era el tiempo que tardaría en ir y regresar. El trayecto comenzó a ser puesto en segundo plano frente al destino, incluso, como una pérdida de recursos: tiempo y esfuerzo. Por esto, algunos solamente enviaban y recibían información oral con mensajeros, dando inicio a las comunicaciones, compañeras inseparables del transporte.
Más adelante, la revolución industrial trajo consigo a las máquinas de vapor y la primera locomotora. Con ella, ya era posible transportar una gran cantidad de objetos y personas de un lugar a otro, pero no era un transporte personal. Con los automóviles, aunque existieron algunos modelos con máquinas de vapor, la verdadera popularización se dio gracias a los motores de combustión interna. En las comunicaciones, se inventó el telégrafo y después el teléfono para poder enviar mensajes sonoros por medio de señales eléctricas. Sin embargo, tanto los ferrocarriles como los autos necesitaban vías y carreteras para transitar, así como el teléfono y el telégrafo requerían desplegar sus redes. La inversión compartida de infraestructura fue indispensable.
Una nueva revolución del transporte llegó con la invención del avión, pues se tuvo una solución “no convencional” frente a la limitada oferta de trenes y automóviles. El equivalente en la comunicación sería el espectro radioeléctrico por el que viajó primero la radio y después las demás comunicaciones de forma inalámbrica. Todo ello, sin llegar a remplazar por completo los aviones, los autos o los teléfonos móviles y fijos.
Como sociedad, ya podíamos comunicarnos con personas a miles de kilómetros de distancia y enviar y recibir mercancías de otras partes del mundo. Aún más, con la televisión ya no solo teníamos información sonora de contenidos, sino también visual.
Posteriormente, las mejoras en la tecnología del transporte y comunicaciones fue aumentando la velocidad y reduciendo la duración de los trayectos hasta la llegada del fax y luego el Internet; aquí, la comunicación bidireccional cobró un papel protagónico. Si bien es cierto que han sido desarrollados medios de transporte más veloces, aún no han logrado equiparar el avance que provee el Internet para las comunicaciones.
Es por eso que hace unas semanas Elon Musk – cofundador de Tesla Motors y fundador de SpaceX – presentó los bocetos e ideas para una nueva forma de transporte llamada Hyperloop. De ser construido, Hyperloop será más veloz que los aviones comerciales actuales y más barato que el tren bala.
El mismo Musk lo define como una mesa de hockey sobre aire. Son cápsulas de aluminio que viajan a 1,100 km/h dentro de una infraestructura tubular de acero; se lograría alcanzar dicha velocidad al reducir la fricción con compresores de aire instalados en las cápsulas para pasajeros. Esto se presentó como una alternativa al tren que se va a construir de San Francisco a Los Ángeles, donde hay una distancia de 560 km que se recorrería en solo 35 minutos por un viaje sencillo con precio al público de 20 dólares. Por ejemplo, la distancia entre la Cd. de México y Acapulco es de 377 km y se recorrería en 20 minutos. Musk propone además que se utilicen paneles solares para una alimentación eléctrica eficiente de Hyperloop.
Este es un tipo de proyecto abierto a la colaboración en el diseño del concepto, similar a Linux, por lo que el inventor está abierto a recibir críticas, ideas y comentarios en hyperloop@spacex.com.
En caso de resultar exitoso, este tipo de transporte podría permitir la reducción en el tiempo que toma para que una persona llegue de un lugar a otro, una innovación equiparable a la fibra óptica en la transmisión de datos.
Pero el objetivo seguirá siendo la teletransportación, es decir, el desplazamiento instantáneo de objetos o personas entre dos lugares. ¿Estamos más cerca cada vez de poder teletransportarnos a la misma velocidad que podemos descargar películas por Internet?
Más información de Hyperloop aquí (en inglés).