Ingenieros de la Escuela de Tecnología Superior de Montreal han creado una cinta elástica que, colocada bajo el mentón, aprovecha la piezoelectricidad para convierte el movimiento de la mandíbula en energía eléctrica.
El efecto piezoélectrico fue descubierto en 1880 y desde entonces ha sido encontrado en cristales, cerámica, huesos, proteínas o el ácido desoxirribonucleico (ADN), su actual uso se limita por lo difícil de su manipulación pero bien podría ser la fuente de energía en el futuro inmediato ya que estos materiales se polarizan eléctricamente al ser sometidos a estrés mecánico. Motivo por el cual numerosas investigaciones en nanomateriales, han empezado a imaginar su uso para obtener energía del cuerpo humano.
En el estudio los investigadores desplegaron sobre un sustrato elástico una capa de nanofibras de cerámica punteadas con electrodos de cobre recubiertos de un material aislante. La cinta la unieron a unos cascos y la colocaron debajo de la barbilla. En el experimento, uno de los ingenieros estuvo mascando chicle durante 60 segundos, tiempo suficiente para comprobar que el dispositivo funcionaba, consiguiendo generar picos de 18 µW y una potencia de salida sostenida de 10 µW.
“Por ahora, el nivel de potencia que hemos logrado no llega para alimentar dispositivos electrónicos”, reconoce en el ingeniero Aidin Delnavaz, coautor de la investigación. “Sin embargo, podemos multiplicar la potencia de salida mediante la adición de más capas a la correa de la barbilla. Por ejemplo, 20 capas, con un grosor total de 6 mm, serían capaces de alimentar un protector auditivo inteligente de 200 mW “.
La masticación diaria podría arrojar unos 581 julios (J, unidad para medir la energía), equivalente a una potencia media de unos 7 milivatios (mW), para tener un parámetro de comparación los modernos audífonos y otros dispositivos cocleares funcionan ya con esa potencia.
Así mismo los investigadores refieren que otros aparatos wearable tech (algo así como tecnología para llevar puesta), como las gafas de Google, también podrían aprovecharse de esta nueva fuente de energía si se consigue aumentar el número de elementos piezoeléctricos y se incluye en el diseño un circuito para gestionar la potencia y una minibatería recargable que almacenara la energía generada al hablar, bostezar o comer.
Los investigadores saben que queda mucho por hacer pero están empeñados en acabar con la dependencia actual de los dispositivos electrónicos de las baterías. En 2012 el mismo equipo presento en una conferencia un microgenerador de energía obtenida del simple hecho de respirar y que podría aplicarse en sistemas portátiles de respiración asistida.
Referencia: IOPScience