En el pasado, la conciencia era algo que solamente tenía que ver con la filosofía y que era tan etéreo, tan inmaterial, que no podía ser estudiado por las ciencias “duras”. Pero la ciencia sigue avanzando y ya los biólogos junto con los neurocientíficos, apoyados con todas estas herramientas para analizar el cerebro (como la tomografía) han empezado a hablar del tema más en los términos que la ciencia usa.
Hoy un grupo selecto de físicos se han apartado de los problemas tradicionales del Big Bang, la mecánica cuántica o la electrodinámica y en lugar de eso se han puesto a estudiar la conciencia.
Sir Roger Penrose, un físico de la Universidad de Oxford, quien ha investigado por años el tema de la conciencia, se pregunta si las interacciones que ocurren en un minuto en el mundo subatómico de la mecánica cuántica no será lo que genero el estado de la conciencia.
David Gross, un físico de la Universidad de California (y premio Nobel), tiene en cambio otras ideas. Gross especula sobre la naturaleza de la conciencia y la ubica en lo que los físicos llaman una transición de fase, un cambio abrupto y de gran escala que resulta de cambios microscópicos. La emergencia de la superconductividad en ciertos materiales que se enfrían más allá de la temperatura crítica es un estupendo ejemplo de lo que es el cambio de fase.
Quizá Gross tiene un punto importante que hay que investigar. Una de las teorías más significativas de la conciencia viene del neurocientífico Giulio Tononi, de la Universidad de Wisconsin. Al igual que la idea de Gross sobre la transición de fase, Tononi sugiere que el cerebro se integra cada vez más con grandes volúmenes de información y entonces se cruza un umbral. De repente emerge un estado nuevo: la conciencia. De acuerdo a la teoría, solamente ciertas partes del cerebro integran toda esta información. Juntas estas regiones constituyen el asiento de la conciencia.
Recientemente Nir Lahav, un físico de la Universidad Bar-Ilan en Israel, decidió buscar el núcleo de la actividad de la conciencia. Él junto con un grupo interdisciplinario -que incluye a neurocientíficos y matemáticos, usó escaneos detallados de seis cerebros para armar un mapa de información (una red) de la corteza humana, la capa más superficial del tejido cerebral. Con este mapa, se observó y se registró como ciertas partes de la corteza estaban conectadas con otras partes. Estas regiones tenían alta y baja conectividad conectividad. El mapa aproximó cómo la información “fluye” dentro de la corteza y mostró dónde se concentra el flujo. La región con el tráfico más alto, especulan, podría tratarse del asiento de la conciencia.
De acuerdo con el grupo de investigación, “la única jerarquía es una sola, un componente que está altamente interconectado, el que permite altos niveles de integración de los datos y el procesamiento, probablemente involucrando las funciones cognitivas más altas”, escribieron los investigadores en su reporte. Y de hecho, piensan que esto podría ser el asiento de la conciencia dentro del cerebro. Una posibilidad fascinante.
“De hecho, todas las regiones en el núcleo ya habían sido correlacionadas previamente a las actividades de la conciencia. El núcleo … es entonces el candidato perfecto para la alta integración, el espacio global de trabajo, la región desde donde emerge la conciencia”. Lahav ha dicho que su siguiente plan es analizar todo el cerebro y no sólo la corteza. Más allá de esta línea de investigación, es claro que tiene grandes esperanzas y ambiciones en ella.
“Los físicos tratan de descubrir las leyes básicas de la Naturaleza construyendo ecuaciones matemáticas clásicas generales que puedan describir la mayor cantidad de posibles eventos naturales que ocurren”, dice Lahav, y agrega “estas ecuaciones matemáticas revelan aspectos fundamentales de la realidad. Si realmente queremos entender qué es la conciencia y cómo trabaja el cerebro, tenemos que desarrollar ecuaciones matemáticas para nuestro cerebro y para nuestra mente consciente. No estamos aún ahí y de hecho, estamos lejos de esta meta, pero siento que este debe ser el santo grial y a empezamos el proceso para llegar a él”.
Referencias: Live Science