Si pensamos en negocios lucrativos, uno podría pensar que los bancos es uno de ellos, otro tal vez el de la industria fílmica. Pero todo esto quizás palidezca al saber que las publicaciones académicas tienen el más amplio de utilidades que -se reporta- se encuentra en un 40%.
La razón de que este sea un negocio tan lucrativo es porque la mayoría de sus contenidos se paga por quienes pagan impuestos. El asunto va así: los investigadores trabajan con fondos públicos muchas veces, escriben los resultados de sus investigaciones y se envían esto a las editoriales especializadas en ciencia, quienes juzgan los méritos de los investigadores y aceptan o rechazan los manuscritos para su publicación. El resultado es que la propiedad intelectual termina siendo ya de la editorial. Para colmo, estas editoriales venden a precios muy caros las suscripciones a dichas revistas especializadas que frecuentemente también son pagadas por los contribuyentes.
El problema es que en este siglo el modelo de negocios de las editoriales científicas es ya indefendible. Prácticamente todas las empresas que se beneficia económicamente de esta manera, se han dado cuenta que tienen que cambiar. Sin embargo, mantienen en muchos casos sus viejas prácticas.
El intento más reciente para tratar de romper este enfoque se llama “Plan S”, creado por el grupo cOAlition S. Éste demanda que todas las investigaciones hechas con fondos públicos estén disponibles de forma gratuita. Plan S se mostró por vez primera en septiembre de este año y quienes lo respaldan esperan que el soporte crezca como una bola de nieve. Sin embargo, solamente una minoría de los 43 cuerpos con fondos para la investigación han firmado el apoyo a este plan, y la esperada participación de los Estados Unidos para apoyar este plan no se han materializado.
Plan S posiblemente merezca una oportunidad. La ciencia se ha hecho en alguna medida de elite cuando por ejemplo, una editorial científica pide 30 o más dólares por un artículo publicado de unas cuatro o cinco páginas apenas. Esto hace que el acceso a la información esté realmente disponible a instituciones con mucho dinero. La idea de Plan S, curiosamente, tampoco es algo muy nuevo. Por ejemplo, la NASA, que es un organismo público, pone a disposición no sólo de los estadounidenses, sino de todo el mundo. todas sus investigaciones . Y la razón es simple: la NASA está financiada por los contribuyentes.