El hombre es un ser intrínsecamente perfectible: perfecciona al mundo, da finalidades a las cosas al tenerlas, y actuando, se perfecciona a sí mismo. Pero la naturaleza de nuestro cerebro al tomar elecciones, la forma en que nuestro proceso racional de pensamiento funciona, no es más que el intento de validar y elevar nuestras elecciones por encima de otros.
Por ejemplo, la psicología del comportamiento nos dice que en un proceso en el cual una persona elige entre dos elementos con iguales niveles de deseo, hace que el cerebro cambie por completo la percepción que se tiene de ellos: el que elegiste se vuelve mucho más importante mientras que aquel que no elegiste empieza a tener menos y menos importancia hasta el punto del rechazo.
Por extraño que parezca, existen múltiples estudios psicológicos que nos dicen que el odio tiende a ser más racional que el amor, y a lo largo de la historia existen un sinfín de ejemplos: Politécnico vs UNAM, Coca-Cola vs Pepsi, Barcelona vs Real Madrid, Cristiano vs Messi, Goku vs Superman, Apple vs Microsoft o Xbox vs PlayStation, por nombrar algunos.
Simplemente como ejercicio mental si te identificas más con alguna marca en particular trata de compararla con su similar más competitivo y enumera las razones por las cuales te gusta más y las razones por las que su competidor te desagrada.
De esta manera cuando trates de explicar por qué te gusta, generalmente estaremos obligados a usar términos más vagos, como por ejemplo: bonito, innovador, divertido, bueno, mejor. Pero luego al enumerar el porqué no nos gusta tendemos a hacer un descripción mucho más específica, racionalizando sus desventajas un poco más.
En un estudio realizado en la Universidad de Minessota se examinó la relación entre la elección personal y la disonancia cognitiva (el tener ideas conflictivas rebotando en tu cabeza). Se eligió a 225 mujeres estudiantes de la universidad y se les pidió calificar ocho objetos comunes del 1 al 8.
Después, se eligieron dos objetos con separación de puntaje de entre 0.5 a 1.5 que algún participante haya calificado y se le dijo a esa persona que podía llevarse uno a casa, que hiciera sus actividades normales y unos días más tarde volvería a calificarlos.
El resultado, un tanto obvio, es que el elemento elegido obtuvo un mayor puntaje que el rechazado. El resultado se repitió con otros participantes.
En otro estudio un grupo de científicos de la Universidad de Yale hicieron pruebas similares con niños de cuatro años y monos capuchinos. A los niños les pidieron calificar stickers en orden de preferencia. Basados en la calificación se eligieron los dos con los puntajes similares y se les pidió a los niños que tomaran uno. Después tomaron el sticker rechazado, y repitieron el ejercicio con un tercer sticker. Resultado: los niños generaban un rechazo natural al sticker que no eligieron en la primera prueba. En el sistema con el que se examinó a los monos capuchinos se usaron chocolates M&M’s sucediendo algo similar.
Pero antes que te sientas como un mono, lo que significa esto es que nuestro proceso de pensamiento como fanático hacia una marca u objeto simplemente es un proceso bastante básico de nuestro cerebro para hacer un énfasis positivo en nuestras propias decisiones, aún sobre otras posibilidades de valor similar.
Por lo que la psicología afirma que el fanatismo surge a partir de la necesidad de seguridad que experimentan las personas como una especie de compensación frente a un sentimiento de inferioridad. El psicólogo y sociólogo Erich Fromm, define el fanatismo como un intento de escapar de la soledad, el deseo de establecer vínculos afectivos con otras personas que creen igual disminuyendo así el miedo a la libertad y a la soledad a la misma vez.
Pero la realidad es que nadie está libre de prejuicios y que todo el mundo naturalmente llevamos un pequeño fanboy dentro de nosotros. Pero claro los extremos como en todo deberían ser evitados, pues el hecho es que ser un fanboy solo te convierte en un consumidor ciego, intolerante e irracional.
Pues lo que es bueno para uno no siempre es bueno para otros, cada uno de nosotros tiene diferentes gustos y necesidades, como decía Benito Juárez: “El respeto al derecho ajeno es la paz”.