Científicos de la Universidad de Zurich ha obtenido asombrosos resultados durante un experimento en la misión espacial del cohete Texus-49, al comprobar que el material genético puede sobrevivir a las condiciones extremas de un vuelo por el espacio y su reingreso en la atmósfera de la Tierra, conservando la capacidad de transmitir la información genética.
La misión fue lanzada desde la estación espacial Esrange, en el norte de Suecia, la cual lleva décadas realizando vuelos suborbitales para estudiar cómo afecta la microgravedad a materiales, compuestos químicos y moléculas orgánicas. Pero en esta ocasión el cohete Texus 49 llevaba en varias zonas del exterior muestras de unas moléculas de ADN bacteriano llamadas plásmidos. Estos compuestos contienen material genético de la célula pero fuera de los cromosomas. Entre sus funciones está la de contener genes que aportan ventajas selectivas, como la resistencia contra determinados antibióticos.
Según el experimento el ADN bacteriano sobrevivio a la hipergravedad durante el despegue, debido a una aceleración de 13,5 G, más que el moderno caza supersónico F-22. Durante los 378 segundos en el espacio, estuvo expuesto a la radiación ultravioleta y un frío extremo que se convirtió en calor abrasador en la reentrada a la atmósfera terrestre, momentos en los que la temperatura del caso superó los 128º.
“Pero el que haya sobrevivido no fue la única sorpresa, en su mayor parte, el ADN recuperado estaba incluso en condiciones de transferir información genética. Este estudio proporciona evidencia experimental de que la información genética del ADN es esencialmente capaz de sobrevivir a las condiciones extremas del espacio y de la re-entrada en la densa atmósfera de la Tierra”, dijo el responsable del estudio, el profesor Oliver Ullrich, de la Universidad de Zurich.
Refieren los investigadores que por medio de dos ensayos, comprobaron que las muestras recuperadas aún conservaban su información genética, siendo capaces de generar colonias de una versión modificada de la bacteria E. coli. Del mismo modo, mediante la técnica de la transfección, pudieron introducir sus genes en fibroblastos de ratón, las células más habituales del tejido conjuntivo. En un último experimento, comprobaron el impacto de la radiación en los plásmidos. Tras secuenciarlos, comprobaron que solo un 1% presentaban alguna mutación en su ADN.
Esta gran estabilidad del ADN a pesar de unas condiciones tan extremas podría tener grandes implicaciones tanto en la búsqueda de formas de vida fuera de la Tierra como en la posibilidad de que organismos terrestres viajen de forma no controlada fuera del planeta.
“Nuestro estudio muestra que, si existiera ADN y viajara por el espacio en un meteorito, por ejemplo, podría sobrevivir a la entrada en la atmósfera de la Tierra”, agrego el profesor Ullrich. Aunque reconoce que no es un experto en la materia, este investigador también llama la atención sobre el riesgo de exportar vida terrestre a otros mundos. “Pegado a una nave espacial, el ADN podría contaminar otros cuerpos celestes, por lo que sería complicado determinar si existía alguna forma de vida en el planeta o fue introducida por la nave”.
Referencia: PLoS ONE