Hoy en día las empresas buscan gente productiva. El mundo real es muy duro y como en un ambiente darwiniano, solamente sobreviven los más aptos, y por ende, las compañías buscan de muchas maneras que sus empleados trabajen sus horas de rigor. Muchas veces las oficinas terminan por fastidiarnos y quisiéramos dormirnos, quizás una media hora. Estamos cansados y hartos, pero tomarse una siesta en el trabajo parece ser inaceptable, pero… ¿debería serlo?
El siguiente video explica cómo trabaja el ciclo del sueño y cómo las siestas de poder -o aquellas que podrían producir un incremento en las funciones cognitivas- pudiesen sacar ventaja de las dos primeras fases del ciclo del sueño: fase uno, donde se está con sueño o relajado, pero si alguien lo despierta, probablemente ni siquiera sepa el sujeto que ya estaba empezando a dormirse. Fase dos, donde el cerebro empieza a consolidar memorias, organizar los estantes biológicos y apagar el cerebro de los estímulos no peligrosos del exterior. Si es usted uno de los que dice: “me toma diez minutos dormirme”, entonces esos 10 minutos lo lleven a la fase uno y después de eso, se esté ya en la fase dos.
El problema llega cuando se accede a la fase tres, que es cuando se cae en el sueño profundo y en donde despertar es difícil. Es cuando uno se siente sin ganas de levantarse, literalmente. Si usted odia las mañanas, probablemente está despertando cuando está en la fase tres. Así pues, la clave es obtener el beneficio de las siestas sin las dificultades que estas ocasionan (por ejemplo, al llegar a la fase tres), por cerca de media hora, o el tiempo que su cerebro pase por las dos primeras etapas sin llegar a la tercera.
Es importante pues el tiempo que usamos para una siesta, por lo que se recomienda no excederse pues entonces las posibilidades de despertar con ganas de hacer cosas pueden minimizarse. Hay algunos estudios interesantes al respecto, que pueden verse en la información del video en cuestión.
Referencias: