Quizás algún lector recuerde RoboBee, un robot del tamaño de un insecto que volaba moviendo sus alas. Desafortunadamente en esa experiencia, para poder volar, el robot estaba conectado por cables con la fuente de poder. Pues bien, ahora uno de los creadores de RoboBee ha ayudado a crear RoboFly, el cual puede realizar un vuelo autónomo.
RoboFly es un poco más pesado que un palillo de dientes y fue diseñado por un equipo de la Universidad de Washington (que incluye al profesor Sawyer Fuller, que estuvo también en el proyecto de la Universidad de Harvard que creó RoboBee). RoboBee usaba la energía de una fuente externa y estaba conectado por cables. Una batería hubiese sido demasiado pesado para permitir la posibilidad de volar.
Pero he aquí que los investigadores en Washington decidieron alimentar a su nuevo robot con un rayo laser. Este laser brilla en una celda foto voltaica, la cual se monta en la parte superior del robot. La celda convierte la luz laser en siete volts de electricidad, de manera que un circuito logra de ahí los 240 volts que se requieren para mover las alas a la velocidad adecuada. El circuito contiene un microcontrolador el cual le dice al robot cuando y cómo mover sus alas, que al contrario del caso de RoboBee, este mecanismo se manejaba externamente.
Por el momento, RoboFly puede apenas volar un instante y aterrizar pues moverse un poco más hace que se salga del rango del laser y por ende, se quede sin energía. Pero quizás en el futuro el propio laser pueda ir llevando el monitoreo del robot volador, de manera que pueda seguirlo en todo momento. Es incluso posible que las versiones futuras del robot puedan hacerse de energías de frecuencias de radio, usando microcontroladores más avanzados para así desarrollar tareas que sean autónomas y en donde los drones, por su tamaño, simplemente no pueden ir.
Lo interesante de todo este trabajo, más allá de las posibles aplicaciones incluso que pueden tenerse para estos micro-robots voladores, es el entender cómo es admirable la naturaleza al crear un número indeterminado de insectos que vuelan magistralmente y que sus fuentes de energía las llevan con ellos, así como su «microcontrolador», quien le indica finalmente cómo sobrevivir.