Investigadores del Centro Riken para la Biología del Desarrollo, en Japón, han trasplantado con éxito tejido de retina derivado de células madre embrionarias humanas a dos modelos de primate para tratar la retinitis pigmentaria. Un avance que podría algún día ayudar a curar ciertos tipos de ceguera, refieren los científicos.
La retinitis pigmentosa es una enfermedad ocular en la cual hay daño a la retina. La retina es la capa de tejido ubicada en la parte posterior del ojo que convierte las imágenes luminosas en señales nerviosas y las envía al cerebro. Puede ser hereditaria siendo un trastorno que puede ser causado por varios defectos genéticos.
Las células que controlan la visión nocturna (bastoncillos) son más propensas a resultar afectadas; sin embargo, en algunos casos, las células del cono retiniano son las que reciben el mayor daño. El principal signo de la enfermedad es la presencia de depósitos oscuros en la retina.
Anteriormente los estudios realizados en modelos murinos con tejido derivado de células madre embrionarias de ratón han mostrado el potencial de esta estrategia para combatir una enfermedad genética caracterizada por la pérdida gradual de los fotorreceptores de la retina. Sin embargo, hasta ahora no se había logrado ese grado de eficacia en modelos de primate reproducibles.
Para lograrlo los investigadores japoneses primero trasplantaron láminas de retina en el espacio subretiniano en un modelo de rata con retinosis pigmentaria avanzada. Esas láminas maduraron hasta convertirse en capas bien organizadas con segmentos fotorreceptores externos e internos e integradas en las retinas de los animales.
A continuación, desarrollaron dos modelos de retinitis pigmentaria en fase final inducida por lesiones en monos cynomolgus y rhesus, en cuyos ojos injertaron láminas de tejido retiniano obtenido a partir de células madre embrionarias humanas que habían sido sometidas a un proceso de diferenciación durante unos 60 días.
La tomografía de coherencia óptica y el análisis inmunohistoquímico mostraron que las láminas sobrevivían, maduraban y, en ciertos casos, desplegaban signos de integración con las células bipolares de las retinas de los monos. De hecho, el espesor del tejido implantado se incrementaba durante 120 días, para posteriormente estabilizarse.
Los autores trabajan con la hipótesis de que los injertos de retina suficientemente diferenciados y bien colocados pueden establecer conexiones sinápticas con las células bipolares en las retinas de los primates. En su opinión, estos modelos animales pueden ser de gran ayuda para optimizar las condiciones de los estudios de trasplante y cirugía de retina en personas con retinitis pigmentaria.
Sin duda un avance que abre el camino para futuras terapias definitivas a diversos tipos de ceguera.
Referencia: PNAS